El hecho que pobladores de Puente Madera vean a la Cuarta Transformación, pero sobre todo al régimen federal que culmina el próximo año como la continuidad de anteriores gobiernos que con el fin de contener a la masa laboral migrante centroamericana y confrontarlos con los locales, deciden de manera unilateral instalar infraestructura con el ardid acostumbrado de la generación de empleo, habilita al discurso local con originales referentes de defensa territorial ancestral.
Este año se publicó en Colombia el documento científico denominado "El despojo histórico en territorios indígenas. Estéticas en las artes de resistencia del Istmo de Tehuantepec", que retrata el derecho legítimo de ejercicio de la violencia que el gobierno le pretende imponer a las comunidades indígenas como Puente Madera bajo el velo de la militarización al declarar de interés público y seguridad nacional la ocupación territorial destinada a megaproyectos de parques industriales. Entre los agravios institucionales en perjuicio de comunidades comunales se encuentran: el cambio de uso de suelo; Procuraduría Agraria y Asambleas corrompidas; estigma social e intereses particulares por encima de comunidades agrarias.
El proceso de descampesinización tiene sentido si ubicamos la primera afrenta a la vida comunal en el Istmo de Tehuantepec con la hechura que el gobierno de 2006 perfilaba a partir de un estilo donde las tierras de uso común se veían como mercancía, una moneda de cambio para transitar hacia la modernidad de los parques eólicos, modelo económico narcisista que pierde el interés hacia el qué opinan de este efecto invasivo los propios pueblos originarios.