Estigmas y prejuicios manifiestan la discriminación haca adultos mayores, afectando su autonomía, salud, inclusión y participación en la sociedad. De 2017 a 2022 se estimó que en México 2.9 millones de personas mayores sufrieron algún acto de discriminación: 39.2% identificó la edad como la razón principal, en el caso de las mujeres, el género y las creencias religiosas fueron otras de las razones más comunes (20.3 y 23.1% respectivamente).
El 88.2% de la población adulto-mayor coincide en que les resulta difícil utilizar la tecnología, el 78.1% asegura que la mayoría de la gente se impacienta fácilmente con ellos, el 42.2 de los hombres y el 44.8% de las mujeres aseguran que las personas de la tercera edad son una carga para su familia, y el 62.7% de varones junto con el 61.6% de mujeres creen que las personas mayores son poco valoradas por sus familiares.
"La situación emocional a pesar de tener todas estas redes de apoyo también puede verse mermada, esta idea de ya se está acabando mi vida, puede ser un escenario que nos pueda generar ansiedad o miedo; pero es muy importante cuestionarse qué es lo que tememos: morir, la soledad, tener que depender de alguien, un discurso recurrente", considera la Psicóloga Clínica con Enfoque Psicoanalítico, Yessica Ramírez Porras.
Además de pugnar por una ancianidad libre de discriminación, también debe considerarse la "salud emocional en la vejez"; y es que resulta preocupante el índice de asistencia a terapia psicológica por dicho sector, que en consultorios particulares y colectivos de ayuda gratuita, apenas y oscila entre el 3 y 5%.
"Yo nunca supe lo que es el cariño de mi papá, me sacó de la escuela, nada más me dio año y medio, cuando empecé a desarrollarme me sacó de la escuela", compartió Don Teodoro de 101 años de edad.
"Don Teodoro" con 101 años de edad, sobrepasó la expectativa de vida de los mexicanos actualmente situada entre los 72 y 74 años y pertenece al 14% de adultos mayores de 80 años en México, el respeto a sus derechos, a sus emociones, incluso la conciencia sobre estas, son conceptos relativamente ajenos, incluso desde su infancia.
"Mi padre nunca me dejó, ir a jugar canicas, me decía lárguese al campo, me traía aquí; llegaba del campo a asegurar a los animales y ándale a cenar, acuéstese porque a las 4 de la mañana vámonos otra vez al campo, así me formé", abundó Don Teodoro.
Las situaciones preconcebidas por el adulto mayor desde las primeras etapas de su formación, condicionan el arraigo a su sistema de valores, de creencias, que generalmente resulta complejo desarraigar.
"Se hizo capital, mi papá creció, pero ya tenía 18 años y nunca me dijo ten, un 20 para un dulce. Platicábamos mis compañeros y yo en el campo, me abrían los ojos, porque veía que los entenados tenían buena casa, buenos trabajos y mi mamá era la esclava de la casa; todo lo disfrutaron los entenados, todo se les quedó, de mi casa yo no saque ni un clavo. Mi papá siguió con la señora, a mi mamá le dio mala vida, con el tiempo, de todos los hermanos que tuve -dos veces mi mamá tuvo cuates-, todos murieron, nada más quedamos una pareja, después el último de la familia que le llaman el Xocoyote creció, pero también con el mismo régimen con el que me trató mi papá, a la edad de 18 años murió", finalizó Don Teodoro.
"Toleran o soportan ciertas cosas, por no quedarse solos, o no quedarse solas, eso es importante para la familia, que funciona como red de apoyo, se den cuenta de lo que están haciendo: en que les están cargando la mano, o ya no los están tomando en cuenta", indicó la psicóloga Ramírez Porras.
Las crianzas que invalidaron emociones, pero incluso en su desarrollo la persona no cortó las creencias o concepciones, perpetúan hasta su vejez, por lo que una ancianidad saludable, de autonomía acompañada, debe imprescindiblemente considerar la salud emocional y/o mental.