Un reciente estudio arqueológico ha revelado que la desigualdad económica, medida a través del tamaño de las viviendas, ha sido una constante a lo largo de la historia humana, extendiéndose por más de 10,000 años y en diversas regiones del mundo
El análisis se basó en el estudio de aproximadamente 50,000 viviendas de yacimientos arqueológicos, utilizando el tamaño de las casas como un indicador de la distribución de la riqueza. Los investigadores calcularon el coeficiente de Gini, una medida común para evaluar la desigualdad, que varía entre 0 (igualdad total) y 1 (desigualdad máxima).
Los resultados mostraron una gran variabilidad en los niveles de desigualdad a lo largo del tiempo y en diferentes sociedades, lo que indica que no existe un patrón único ni inevitable
Contrario a la creencia generalizada, la investigación señala que el aumento de la desigualdad no está necesariamente ligado al crecimiento poblacional, al desarrollo de la agricultura o a la aparición de líderes formales. Feinman explica que factores como las decisiones humanas, la gobernanza y la cooperación han jugado un papel crucial para moderar o intensificar la desigualdad en distintos momentos y lugares.
Este hallazgo pone en duda la visión tradicional que asocia automáticamente sociedades más grandes y complejas con mayores niveles de desigualdad. En cambio, sugiere que la desigualdad es un fenómeno más complejo, influenciado por múltiples variables sociales y políticas.
Por otro lado, un estudio paralelo realizado por la Universidad Estatal de Washington indica que la desigualdad de riqueza comenzó a manifestarse hace más de 10,000 años, mucho antes del surgimiento de grandes civilizaciones como Egipto o Mesopotamia
Según Tim Kohler, líder de esta investigación, la desigualdad se fue arraigando gradualmente tras la adopción de la agricultura, impulsada por el crecimiento demográfico, la competencia por la tierra y la formación de asentamientos jerárquicos.
El estudio destaca que las disparidades de riqueza fueron más evidentes en comunidades con alta densidad poblacional, donde la concentración de recursos y poder tendió a ser mayor. Esto contradice la idea de que las sociedades primitivas eran inherentemente igualitarias, mostrando que las diferencias económicas comenzaron a consolidarse desde etapas tempranas de la historia humana.
Estos descubrimientos no solo amplían la comprensión sobre la evolución de la desigualdad, sino que también ofrecen perspectivas para abordar los desafíos actuales