La propagación de mensajes que incitan al odio, violencia y discriminación hacia las personas o grupos por motivos de raza, género, orientación sexual, religión, o cualquier otra característica se ha catalogado como ciber odio.
El ciberodio ha normalizado un entorno donde la dignidad y el respeto son vulnerados. Los constantes ataques afectan con gravedad a la salud mental, provocando ansiedad, depresión y en casos extremos el suicidio.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), destacó que en México, en 2023, 18.4 millones de personas de 12 años y más vivieron alguna situación de ciberacoso. El 22% corresponde a mujeres y 19.6% a hombres.
Mientras que en el Estado de México, tuvieron un aumento de 2022 a 2023, al pasar de 17.2% a 19.5% de acuerdo con el instituto.
Las mujeres trans son un claro ejemplo de esta realidad. Su visibilidad en redes sociales las expone a constantes ataques transfóbicos y acoso, siendo uno de los colectivos más vulnerables ante esta forma de violencia.
La falta de mecanismos claros para denunciar estas agresiones y la ausencia de espacios de apoyo hacen que muchas de ellas enfrenten estas situaciones en completo aislamiento.
Además, las personas LGBTQ+, las minorías étnicas y las mujeres en general también sufren de manera constante la virulencia del odio en redes.
El ciberodio ha evolucionado, los insultos disfrazados de "libertad de expresión" o de "bromas" son cada vez más comunes. Términos peyorativos, ataques personales y desinformación afecta a las víctimas directas y al ambiente social en general.
Como sociedad es importante promover una cultura de la denuncia y el apoyo a las víctimas del ciberodio. La creación de políticas públicas que abracen a las personas más vulnerables y garanticen espacios de apoyo y atención psicológica es fundamental para combatir este problema.
Esta violencia digital, alimentada por el anonimato en redes sociales ha creado espacios donde la hostilidad y los insultos se normalizan peligrosamente.