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14 de Noviembre del 2024

Cultura

Cirilo: El guardián de una llama ancestral

En las entrañas de Santa Cruz Atzcapozaltongo, un pequeño pueblo de Toluca donde las tradiciones ancestrales se entrelazan con la vida cotidiana, habita un artesano que enciende cada año las almas con cada vela que crea.

Don Cirilo Araujo, nombre que evoca a la cera y al fuego, es el heredero de un legado familiar que se remonta a tres generaciones.

Sus manos, curtidas por el calor de los moldes y el roce de la cera, son las que dan vida a cada cirio y vela que sale de su taller. Todo comienza con un simple pabilo de algodón, una fibra humilde que, en sus manos expertas, se transforma en un canal de luz.

Con cada inmersión en la cera derretida, el pabilo se engrosa, adquiriendo la forma y el tamaño deseados. Es un ritual ancestral que Don Cirilo ejecuta con una destreza que solo se logra con años de práctica.


Pero la obra de Don Cirilo trasciende lo meramente artesanal. Sus creaciones son mucho más que objetos decorativos. Son puentes entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Y es que, con la llegada del Día de Muertos, su taller se convierte en un hervidero de actividad. Los pedidos se multiplican, y Don Cirilo y su familia trabajan incansablemente para garantizar que cada altar esté iluminado con la luz de sus cirios.

Sus cirios y velas han iluminado celebraciones religiosas, eventos culturales y hasta hogares en lejanos países. Con cada creación, Cirilo no solo comparte su arte, sino también un pedacito de su alma y de la rica tradición de su pueblo.


El mayor orgullo de Don Cirilo no es el reconocimiento ni el éxito comercial. Su mayor satisfacción es haber transmitido su pasión a sus hijos, quienes ahora forman parte de este legado familiar. Juntos, continúan iluminando el camino de los muertos y manteniendo viva una tradición que, de no ser por ellos, podría haberse extinguido.





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