En las últimas décadas, las cuestiones ambientales y el cambio climático han dejado de ser solo cifras abstractas para convertirse en una amenaza tangible que transforma territorios y modos de vida.
En México, donde el desplazamiento forzado por violencia o pobreza se ha vuelto una constante en la narrativa social, emerge con fuerza un nuevo tipo de éxodo: el desplazamiento climático.
De acuerdo con Armelle Gouritin, investigadora del Centro Geo financiado por CONAHCYT, se calcula que para el año 2050, tres millones de personas serán desplazadas de manera forzada en el país como resultado directo de los impactos del cambio climático.
Sequías prolongadas, inundaciones, huracanes más intensos y la pérdida de ecosistemas habitables están reconfigurando el mapa de la movilidad humana, especialmente en regiones rurales.
Aunque en el Estado de México no se han documentado oficialmente casos de desplazamiento forzado por causas climáticas, la amenaza es cada vez más evidente. En 2024, los 125 municipios de la entidad presentaron algún grado de sequía, lo que provocó una caída del 2.1 por ciento en la producción agrícola.
Este tipo de desplazamiento, impulsado por el deterioro ambiental, aún no es plenamente reconocido por las autoridades, pero sus efectos comienzan a manifestarse en distintas regiones, marcando una alerta sobre lo que podría convertirse en una nueva crisis social.
La amenaza de tener que buscar nuevos lugares donde vivir ya no es una posibilidad lejana, sino un riesgo latente para muchas familias mexiquenses, sobre todo aquellas que habitan en zonas rurales o en municipios con alta dependencia del campo. Cuando el agua escasea, la tierra deja de producir y las condiciones de vida se vuelven insostenibles, la migración se convierte en la única salida.