En la última década, el acceso a dispositivos móviles como smartphones y tablets ha crecido de forma exponencial, transformando no sólo la vida cotidiana, sino también el entorno educativo.
La educación, inevitablemente, ha sido impactada por esta revolución digital. Por un lado, los dispositivos abren la puerta a nuevas formas de aprendizaje: desde acceso instantáneo a información, aplicaciones interactivas, plataformas educativas y conectividad global.
Sin embargo, también han traído consigo nuevos desafíos y riesgos que preocupan a padres, maestros.
Un sondeo realizado por el Instituto de Salud Mental y Adicciones del Estado de México, dirigido a jóvenes de entre 15 y 25 años, reveló que los mexiquenses pasan en promedio cuatro horas al día usando su celular.
Las actividades más comunes son el uso de redes sociales, mensajería instantánea y consumo de contenido multimedia, lo cual deja en claro que el tiempo en pantalla rara vez está orientado al aprendizaje.
Para los especialistas en educación, el problema no es el dispositivo en sí, sino cómo y para qué se usa. La clave, afirman, está en integrar la tecnología de forma responsable dentro del aula. En lugar de prohibir lo que suele aumentar la tentación, se debe capacitar a los estudiantes para un uso consciente y productivo.
Padres y maestros tienen una tarea crucial: acompañar a niños y adolescentes en este proceso. Enseñarles no solo a usar la tecnología, sino a comprender sus beneficios y sus riesgos.