En San Andrés Cuexcontitlán, al norte de Toluca, desde los 8 años, Alfredo, con cincel y martillo en mano, continúa una tradición que ha perdurado en su familia por generaciones: la elaboración de molcajetes.
Sentado, sostiene el cincel y el martillo, mientras sus pies giran la piedra volcánica para transformarla en los molcajetes, conocidos como "licuadoras aztecas", instrumentos indispensables en la gastronomía mexicana.
Cada pieza requiere al menos tres horas y media de trabajo, pero para Alfredo, la satisfacción llega los fines de semana, cuando logra elaborar hasta 25 molcajetes.
No trabaja solo. A su lado, su nieto de tres años comenzó a aprender el oficio, con la finalidad de que la tradición de la elaboración continúe, pues solo seis familias trabajan el molcajete.
Aunque la elaboración de molcajetes se está perdiendo por la tecnología y porque cada día más jóvenes no quieren trabajar, su compromiso es claro: mantener viva la tradición.
En una era en la que los electrodomésticos dominan las cocinas, el molcajete sigue teniendo un lugar especial. Más que un simple utensilio, representa una conexión con el pasado de la cocina mexicana.
Para Alfredo cada golpe de cincel es un eco de sus raíces, un recordatorio de que la tradición sigue viva.