La contaminación ambiental en México ha alcanzado niveles alarmantes, convirtiéndose en un problema que afecta tanto al medio ambiente como a la salud de millones de personas.
En el Estado de México, esta crisis es aún más evidente debido a la alta densidad poblacional, el tráfico vehicular intenso y las actividades industriales que liberan grandes cantidades de contaminantes al aire, agua y suelo.
Esta problemática no solo afecta gravemente los ecosistemas, sino que también tiene un impacto devastador en la salud de la población y en la calidad de vida en general. La urbanización descontrolada, la expansión industrial y la ausencia de regulaciones eficaces han llevado a un marcado deterioro en la calidad del aire y el agua.
Esto ha desencadenado un aumento alarmante en enfermedades respiratorias como asma, bronquitis crónica y neumonía, además de padecimientos cardiovasculares relacionados con la exposición prolongada a partículas finas (PM2.5) y dióxido de nitrógeno.
En Toluca, considerada una de las ciudades con mayores niveles de contaminación ambiental, estas condiciones han puesto en riesgo a grupos vulnerables, especialmente niños y adultos mayores. Además, la deficiencia en el tratamiento y suministro de agua potable ha intensificado las enfermedades gastrointestinales, como diarreas severas e infecciones.
A pesar de que en la entidad se han implementado medidas para combatir la contaminación, como programas de monitoreo ambiental y campañas de reforestación, estas han resultado insuficientes frente a la magnitud del problema. La urbanización acelerada, la falta de planificación sostenible y la débil aplicación de normativas ambientales han minimizado el impacto de estos esfuerzos, perpetuando el deterioro de los ecosistemas y de la calidad de vida de la población.