La metamorfosis de las organizaciones campesinas
La estabilidad política de México durante gran parte del siglo XX se erigió sobre un sistema corporativista que vinculaba estrechamente al Estado con organizaciones de obreros, campesinos y el sector popular.
El gobierno ejerció un control político férreo y se aseguró el apoyo electoral de estas organizaciones de masas. Este sistema corporativista, que estructuraba a amplios sectores de la población mexicana, fue clave para la longevidad del PRI.
La reestructuración neoliberal iniciada en 1989, con reformas como el fin del reparto agrario, la privatización de empresas estatales y la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, transformó drásticamente el papel de las organizaciones campesinas.
La pérdida de tierras, la competencia con grandes productores y la dependencia de subsidios estatales han debilitado significativamente su capacidad de negociación y representación.
Documentos de la Secretaría de Desarrollo Social muestran un aumento del 150% en los recursos destinados a las diez principales organizaciones campesinas a nivel nacional entre 2016 y 2018.
Lo cual sugiere que, aunque su papel ha cambiado, las organizaciones campesinas continúan siendo actores relevantes en el ámbito rural, aunque más como gestores de programas gubernamentales que como verdaderos interlocutores del Estado.
El futuro de estas organizaciones dependerá de su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos y construir nuevas formas de organización y acción colectiva.
