En las ciudades modernas, la contaminación del aire se ha convertido en un enemigo silencioso que afecta a millones de personas, y los más vulnerables ante sus efectos son, sin duda, los menores.
La exposición constante a niveles elevados de contaminación compromete la salud física de los menores.
A medida que sus pulmones jóvenes inhalan aire contaminado, se desencadenan una serie de procesos internos que pueden tener repercusiones profundas y duraderas, afectando su bienestar presente y su potencial futuro.
Algunos de los contaminantes a los que los niños están expuestos son las partículas en suspensión (PM2.5 y PM10), estas partículas, son responsables de problemas respiratorios, asma, y pueden afectar el desarrollo cognitivo; dióxido de nitrógeno (NO2), empleado principalmente por el tráfico vehicular y puede irritar las vías respiratorias y agravar enfermedades como el asma; compuestos orgánicos volátiles, emitidos por productos químicos, combustibles, pinturas, y otros materiales industriales que pueden afectar el desarrollo neurológico y provocar irritación en los ojos, nariz, y garganta.
Estos contaminantes, muchos de los cuales son subproductos de la vida urbana moderna, representan una amenaza constante para los niños, que son especialmente vulnerables debido a su etapa de desarrollo y a su tendencia a pasar más tiempo al aire libre.
Proteger a un niño de la contaminación involucra acciones tanto individuales como colectivas como evitar actividades al aire libre en horarios con más contaminación, fomentar hábitos de salud como una dieta balanceada, hidratación, y la aplicación de vacunas, así como la promoción de políticas públicas en pro del medio ambiente.