En los últimos años, México ha experimentado una crisis ambiental sin precedentes debido a la creciente sequía que afecta gran parte del territorio nacional.
México ha registrado temperaturas, en este 2024 que superaron los 45 grados centígrados incluso en zonas de sombra. La falta de lluvias, combinada con las altas temperaturas ha desencadenado un proceso de desertificación.
En el Estado de México, el 24.4 por ciento del territorio sufre erosión hídrica y el 4.8 por ciento erosión eólica, lo que refleja el impacto creciente de la desertificación. Este proceso es causado en gran parte por la sobreexplotación agrícola y ganadera, prácticas que aceleran la degradación del suelo.
La desertificación no sólo pone en peligro los ecosistemas, sino que también amenaza la vida de millones de personas que dependen del agua para sus necesidades diarias y la agricultura. Este fenómeno, cada vez más preocupante, está transformando el paisaje y los medios de subsistencia en amplias zonas del país.
Combatir la desertificación requiere acciones sostenibles como la reforestación, la implementación de prácticas agrícolas responsables y el manejo adecuado del agua. Es fundamental regular el pastoreo excesivo para evitar la degradación del suelo y utilizar técnicas de protección como terrazas y barreras vegetales. Además, la educación ambiental y la promoción de políticas públicas enfocadas en la gestión de recursos naturales son esenciales para frenar este fenómeno y preservar el equilibrio ecológico.