El victimismo laboral es un fenómeno cada vez más común en las empresas, donde los colaboradores, incapaces de asumir su responsabilidad, atribuyen sus fracasos y dificultades a factores externos como sus superiores, compañeros o circunstancias ajenas a su control.
Esta actitud, centrada en los aspectos negativos y en la anticipación de problemas, genera un ambiente laboral tóxico que impacta negativamente en la productividad y el bienestar de toda la organización.
El victimismo o popularmente conocido como "echar la bolita" es, en esencia, un mecanismo de defensa que nuestro cerebro desarrolla para evitar el estrés y la culpa asociados a los errores o fracasos.
Al culpar a otros, la persona victimista se libera de la responsabilidad y evita confrontar sus propias limitaciones o áreas de mejora. Esta actitud, si se vuelve crónica, puede manifestarse en comportamientos agresivos, proyectando sus propias emociones negativas sobre los demás para justificar su posición.
Algunas de las características del empleado victimista son:
Al fomentar una cultura organizacional basada en la responsabilidad, el respeto y la colaboración, las empresas pueden crear un ambiente de trabajo más saludable y productivo.