El final de la vida es una idea que permanece anclada en el inconsciente colectivo. La muerte, como fenómeno universal, se encuentra profundamente entrelazada con los valores, creencias y tradiciones de cada sociedad. No todos la enfrentan igual: para algunos es una transición, para otros un fin absoluto.
En ese contexto surge la Voluntad Anticipada, un derecho legal que permite a una persona, en pleno uso de sus facultades mentales, decidir de manera previa sobre los tratamientos y cuidados médicos que desea recibir o rechazar en caso de encontrarse en una situación terminal o irreversible.
Su propósito es claro: garantizar una muerte digna, basada en el respeto absoluto a la autonomía del paciente.
La voluntad anticipada no es un acto de renuncia, sino un ejercicio de libertad. Implica reconocer que la dignidad humana no termina cuando el cuerpo enferma, sino que persiste en la capacidad de decidir sobre él.
Actualmente, la Voluntad Anticipada está regulada en 14 estados del país. En el Estado de México, este derecho está vigente desde 2013, con una actualización en 2021 que refuerza su sustento en principios como la autodeterminación, la autonomía, los derechos humanos, la dignidad e integridad de las personas.
En una sociedad que muchas veces evita hablar de la muerte, abrir este debate es una forma de humanizarla. Porque el derecho a decidir sobre el cuerpo, la salud y la manera en que se quiere partir es también parte del derecho a vivir plenamente.