Tomás Ledesma es un pintor y profesor lagunero que vivió y palpó las causas y los efectos de la matanza estudiantil la tarde del miércoles 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
En particular, dejó como legado histórico unos carteles que trascendieron a través del tiempo y transmitieron el dolor que provocó tal masacre.
"Lo que representa pues es una mujer llorando con un joven, tirado, muerto con un fusil en su charco de sangre. Esa frase a mí se me ocurrió en ese momento, [Detrás de cada estudiante muerto hay una madre que clama justicia], relató Ledesma.
El clima social y político de la Ciudad de México era convulso, los Juegos Olímpicos que se iban a celebrar ese año tenían al gobierno nervioso, y ponían en tela de duda el máximo proyecto de Presidente Díaz Ordaz.
"Había una efervescencia muy fuerte de parte de los estudiantes, y además eran las circunstancias de las Olimpiadas, la gente no estaba contenta con las Olimpiadas, porque se sabía que era un despilfarro y había un malestar, entonces creo que eso era lo más importante."
Aunque Tomás Ledesma ya no era estudiante en ese momento, sí estaba vinculado con personas que pertenecieron al movimiento, e incluso iba a acudir al plantón de Tlatelolco, sin embargo el destino y las circunstancias no lo permitieron.
"Llegó el trolebús, me subí al trolebús por Avenida Universidad, y al llegar al Centro por San Juan de Letrán, empezó a ir el trolebús lento, se tardó mucho tiempo, más de lo normal, entonces ya cuando iba acercándose a Tlatelolco, se paró de plano, estaba una retagila de Trolebuses adelante, entonces nos dijeron bájense, y nos bajamos, y en eso que nos bajamos empezamos a ver que venía el relajo ya, ya venía creciendo el relajo de aventar pedradas y de gritos y de balazos, entonces lo que hicimos fue, pues marcha para atrás".
Por su cercanía con personajes que vivieron desde ambas perspectivas la matanza del 68, es decir, como gobierno y como estudiantado, Ledesma incluso relató lo que pasó con cientos de cadáveres.
"Yo tenía un amigo que trabajaba en el Ejército, estaba casado con una muchacha que era hija de un piloto aviador del Ejército y ese día, me dijo ¿sabes qué pasó?, mi suegro hizo dos viajes al Golfo de México a tirar cadáveres".
Sin duda la matanza de 1968 marcó un antes y un después en la narrativa mexicana. Hoy, a 51 años de aquella tragedia, aún sigue sonando el eco de una de las principales insignias y banderas del movimiento estudiantil que trascendió más allá de nuestras fronteras.
Con una sonrisa dibujada en su rostro, Ledesma cerró la conversación con la consigna de un movimiento que dejó marcada la historia de México: ¡hasta la victoria siempre!