En escuelas, plazas públicas, empresas y en miles de casas este dos de noviembre, la ciudad se llenaron de altares en honor a nuestros seres queridos que perdieron la vida.
De acuerdo a la tradición mexicana que mezcla la festividad del Día de los Fieles Difuntos, traído por los españoles durante la Conquista, y las ofrendas que realizaban las comunidades indígenas a sus muertos, los altares pueden ser de dos, tres o siete niveles, representando normalmente la vida terrenal y el cielo.
Con colores vistosos, se tapiza cada nivel con flores de cempasúchil para que las almas de los difuntos puedan caminar hacia Mictlán, el lugar final de descanso para los mexicas.
Se suele colocar la figura de un perro para que sirva de guía y compañía de las almas y se colocan las fotografías de las personas a quienes recordamos, así como una veladora por cada alma que estamos dispuestos a recibir este día.
Cada año, ofrecemos una amplía diversidad de platillos y bebidas que solían ser del gusto de quienes partieron al descanso eterno y solemos también colocar prendas o artículos que les pertenecemos, para rendir tributo y sentirlos tan cerca como estuvieron con nosotros en vida.