El despojo de tierras ejidales en México es un fenómeno que afecta a las comunidades campesinas y que tuvo su auge en los años 90s, con la entrada del Neoliberalismo, teniendo como principal impulsor al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.
Una vez puesto en marcha este modelo político y económico, los apoyos al campo se redujeron; se abrió el mercado para competir con agricultores de Estados Unidos y Canadá; se puso en puesto clave a personas allegadas a los grandes propietarios de las tierras tal es el caso de Carlos Jaques, quien fuera gerente de Lala y posteriormente nombrado como titular de la Secretaría de Desarrollo Rural, explicó Héctor Ehrenzweig, licenciado en Filosofía con maestría en Capacitación Rural.
"El neoliberalismo fue lo que acabó con los campesinos: aumentó la pobreza en el campo, aumentó la migración a Estados Unidos y aumentó la migración hacia las ciudades, a las maquilas", dijo.
Un aspecto clave fue también la reforma al artículo 27 constitucional. "Se permite la privatización del agua y de la tierra aquí en la Región Lagunera y fue y ha sido prácticamente despiadado el despojo", comentó Elizabeth Estrada, defensora de los derechos de los campesinos e integrante de la Contraloría del Agua de la Laguna y de la Contraloría Nacional del Agua
Este fenómeno incluyó la manipulación legal y social para obtener tierras ejidales a precios irrisorios. Se hicieron a vecindados los supuestos compradores, se hicieron ejidatarios, adquirieron superficie a peso el metro cuadrado y así tenemos un sinnúmero de formas de despojo", agregó Estrada.
En 24 años ha documentado y apoyado por lo menos 20 casos de despojo de tierras y agua, pues una vez que la tierra se concentró en pocas manos, ahora fueron por los derechos de agua.
En 1936, la reforma agraria repartió 146 mil hectáreas a 35 mil ejidatarios, mismos que se quedaron con 35 mil derechos de agua. Actualmente menos del 15% conserva esos derechos. De la tierra, las asociaciones desconocen cuántas hectáreas siguen en manos de ejidatarios.
Con modelos sustentables y un respaldo institucional real, los ejidos podrían resurgir como una base para la soberanía alimentaria y el bienestar comunitario.
"Una de las cosas que hace falta aquí es impulsar los ejidos por varias razones, la razón más importante es porque el modelo de producción de leche es depredador, está acabando con los suelos, está contaminando y acabándose el agua, está causando puros problemas", dijo Héctor Ehrenzweig.
El impulso de la agroecología es, según el especialista, una solución para el bienestar de habitantes del campo y la ciudad, así como la continuidad del ejido como forma de organización y propiedad social.