Es una profesión poco convencional y al que algunos huirían, pero al final todos pasaremos por sus manos: el trabajo del embalsamador.
El que se encarga de de la desinfección, preservación y presentación de un cuerpo para su celebración fúnebre.
Desde hace 32 años, Héctor Barragan se ha dedicado a regresar esa apariencia de la que gozaron en vida los difuntos y alejar los rasgos de la muerte. Comenzó con este oficio con una visita a una funeraria donde vio el proceso de embalsamiento y pensó en mejorar o profesionalizar este proceso.
Fue a partir de ese momento, dónde Héctor decidió entregar su vida a esta pasión que radica en evitar la descomposición de un cuerpo a través de procesos químicos, los cuales consisten en una inyección vascular y el tratamiento con soluciones químicas. De esta manera, el cuerpo queda tratado, una labor que puede llevarse hasta dos horas.
Héctor convive todos los días con los muertos,lo hace con respeto y una gran pasión, pues asegura que la satisfacción después de la tragedia es ver la satisfacción de los familiares del difunto al verlo de una manera similar como lucía con vida.