"La Santa tierrita, escarbábamos? barro, escarbábamos y hacíamos lodo, poníamos zacate y los pisoteábamos".
Javier Sarmiento -un adulto mayor- durante muchos años se dedicó a la construcción de casas de adobe y barro, principalmente en el municipio de Berriozábal de donde es originario.
"Le decían caña maíz, puro de milpa, era puro de eso, había casa, pero pocas de adobe".
Al año podía construir hasta tres viviendas, pero hoy en día ya no realiza ninguna, pues la demanda es nula, es decir, don Javier se quedó sin el empleo para el que comenzó a prepararse desde que tenía 10 años de edad.
Y aunque era un trabajo que implicaba mucho desgaste físico, tuvo la satisfacción de crear el hogar de cientos de familias.
"Yo, si me cansaba yo, sí, era más duro que lo del albañil? el lodo sí era peligroso, agarraba comezón en los pies, como granitos, no había ni medicina".
Don Javier lamenta que hoy en día este tipo de construcción esté a punto de desaparecer, pues además de ser económica, también generaba una sensación de confort pues estos materiales hacían que las viviendas se sintieran más frescas, además de que las que se edifican en la zona metropolitana, suelen ser resistentes a los cambios del clima.
"Muchos lo hacían porque era fresco, le embarraba uno el barro? tiene uno que escarbar con barreta y se le echa tierra bien amasado para que no caiga".
A pesar de las cualidades de los edificios de adobe y del valor que representan debido a su remoto origen y su permanencia dentro del bagaje cultural de la sociedad, éstas, están a punto de desaparecer.