Aunque los transfeminicidios o asesinatos violentos de mujeres trans no se han tipificado o reconocido jurídicamente como delito, desde hace décadas son una realidad grave en México, que nos lleva a ser el segundo país a nivel mundial con más casos después de Brasil.
Lo anterior lo manifestó Siobhan Fenella Guerrero McManus, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante una reciente conferencia que impartió en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach).
Mencionó que América Latina es la región más letal del mundo para personas trans, al grado de que la tasa de asesinatos de mujeres trans triplica la de mujeres cisgénero, lo que refleja una situación generalizada de violencia que lleva décadas ocurriendo.
Al analizar lo que conduce a México a tener cifras tan altas, en una primera aproximación pasa por ver el perfil demográfico en cuanto a mujeres jóvenes de 20 a 40 años, racializadas, muchas migrantes, trabajadores sexuales, estilistas, lo que evoca a la vulnerabilidad económica y social, producto del estigma y exclusión.
El Estado de México y Veracruz presentan el mayor número de casos, sin embargo, no son cifras oficiales, son datos recopilados por organizaciones civiles y de medios de comunicación, ya que no todos los casos son catalogados como tal, por lo que seguramente hay un gran subregistro.
En términos generales se ha avanzado en cuanto a las leyes para garantizar los derechos y la identidad de género de las personas trans, pero en términos penales las cosas van más lentas porque hay poca capacitación de las fiscalías y las policías, sobre todo de las ciudades más apartadas y pequeñas.
Esto lleva a que los crímenes de odio aumenten ?no solo a mujeres trans, sino a población disidente sexual?, no se reconozcan y las víctimas no sean tratadas con dignidad porque jurídicamente no existen los tipos penales adecuados, lo que impide la visibilidad de los asesinatos.
En el país el alto grado de impunidad, de marginalidad social, de transfobia y de misoginia se cruzan, generando este panorama de violencia.