El día de muertos en Zinacantán, se celebra desde las tres de la mañana, hasta las seis de la tarde.
Desde el despuntar del alba, las familias se arremolinan en el camposanto, ataviados con sus mejores galas, para dejar ofrendas en las tumbas de las almas de sus difuntos.
El primero de noviembre, les rezan para que salgan de sus tumbas y vengan a visitar a las familias y el dos de noviembre vuelven a rezar para que regresen a su camino hacia la eternidad.
Los catequistas van tumba por tumba y rezan, algunos dicen que sus oraciones son en latín, piden para que las almas de los que ya no están, tengan un buen camino para venir de visita a este plano terrenal.
Coca cola, dulces, tamales, chayote, frutas, pan, son algunas de las ofrendas que llevan a las tumbas, que a diferencia de colocarse tres metros bajo tierra, quedan a la vista. Encima de cada una colocan juncia, esto provoca que el olor a pino se disperse por todo el camposanto.
"Dicen pues que es para que el alma del difuntito, el muerto por decirlo así, salga, van a pasar los catequistas, por decirlo así, les hacen un ritual para que vuelvan a su lugar".
El panteón de Zinacantán es el más colorido de Chiapas, los arreglos florales son de los más grandes que se pueden colocar, sus costos van desde 300 hasta mil 500 pesos, algunas familias se preparan con tiempo y otras se tienen que endeudar para esta tradición milenaria.
"Es innumerable, no se puede calcular, tengo entendido que son 13 localidades, que estamos concurriendo aquí, estamos distribuidos, Zinacantán tiene dos panteones".
Todo tipo de flores adornan el cementerio. Los días uno y dos de noviembre, las tumbas se adornan de flor de cempasúchil, y encienden velas para guiar el camino de los files difuntos.
El panteón de Zinacantán, es de los más grandes, se alberga en los intestinos de la montaña más alta, a unos tres kilómetros de la cabecera municipal y por su bagaje cultural es uno de los más visitados por el turismo internacional.