Vivir maltrato físico, emocional, abandono, descuido o hasta abuso sexual en la infancia son experiencias comunes para los mexicanos.
De acuerdo a un estudio, 9 de cada 10 adultos experimentaron alguna experiencia adversa en su infancia, es decir, algún evento traumático que dejó huella y marcó su desarrollo en la niñez y vida adulta.
De acuerdo a la primera Encuesta Nacional de Experiencias Adversas en la Niñez El 58 por ciento de las personas experimentaron en su infancia negligencia física, 35 por ciento negligencia emocional, el 34 por ciento padres separados o ausentes, el 26 por ciento violencia intrafamiliar, 25 por ciento abuso de alcohol o drogas en casa y el 14 por ciento abuso sexual.
A mayor presencia de experiencias adversas en la infancia, más problemas se expresaron en relación con la conducta, socialización y sentimientos de tristeza que afectaron hasta la vida adulta.
De acuerdo a la psicóloga Diana Loyo el desarrollo y vivencias sanas en la infancia son primordiales.
"En la infancia de nuestros pacientes vemos infancias negligentes o carentes de cuidado, carentes de atención, entonces hay mucha relación en como se desarrollan en la vida adulta"
En México se registra el porcentaje más alto que hasta ahora se conoce en comparativa con los países que han desarrollado mediciones similares de experiencias adversas durante la infancia, entre los que se encuentran Chile (80%), Estados Unidos (60%), Inglaterra (47%) y Hungría (25%).
De acuerdo al estudio, el 23 por ciento de la población vivió cuatro o más eventos traumáticos, lo que deriva en la posibilidad de desarrollar, depresión, adicciones e incluso enfermedades como la obesidad y la diabetes.
"estas situaciones adversas que pueden ser temas de violencia física, sexual, emociona, eventos traumáticos, que finalmente generan situaciones en donde el menor nos e siente seguro, no se siente estable"
Superar una infancia adversa es un proceso que implica sanar heridas emocionales, reconstruir la autoestima y encontrar herramientas para vivir de manera plena y saludable.
Atender y destinar esfuerzos en los primeros años de vida de los niños y niñas es clave para reducir la desigualdad y pobreza, por lo que se requiere impulsar estrategias que aseguren entornos familiares, escolares y públicos que pongan a las infancias en el centro de las decisiones.