En un mundo en constante cambio industrias como la moda, ofrecen una gama de opciones para todo tipo de público y bolsillo, lo que hace que las prendas de vestir sean más accesibles para el consumidor final. Por otro lado la moda rápida mejor conocida como fast fashion, también se ha convertido en un fenómeno global con consecuencias devastadoras en varios ámbitos.
De acuerdo con datos de la Camara Nacional de Comercio, el 25 por ciento de la ropa que se usa en México es importada de marcas fast fashion, por lo que esta vestimenta en masa se convirtió en un gusto desechable de baja calidad, debido a la fiebre de las importaciones asiáticas y las compras por internet el panorama no luce alentador para el gremio de la moda, así lo reconoció Flor Campos reconocida diseñadora veracruzana, quien ante la adversidad también ve una oportunidad para demostrar el talento local.
"Tenemos este reto hoy en día de grandes marcas que se están consolidando, que a final de cuentas al ser importadas llegan marcas de China, yo creo que ese es el primer reto, pero algo que les va garantizar el éxito es ir abriendo este camino justamente para buscar su esencia en el diseño y sobre eso abordarlo y tratar de no desviar el camino"
Este modelo de negocio, basado en las últimas tendencias, también tiene un alto impacto ambiental oculto, ya que fabricar una sola prenda de algodón como una playera requiere aproximadamente dos mi 700 litros de agua y produce 92 millones de toneladas de desechos textiles cada año, con un periodo de vida de menos de ocho meses.
El rápido ritmo de producción del fast fashion exige un costo humano significativo. ya que los trabajadores que laboran en esta industria lo hacen en condiciones de explotación con jornadas de hasta 16 horas diarias en países como Bangladesh, India y Vietnam. Adoptar prácticas responsables no solo beneficia al medio ambiente, sino que también ayuda a construir una industria de la moda más ética y sostenible.