El proceso de cambio de género implica una serie de consideraciones médicas y psicológicas importantes, con riesgos específicos asociados a los tratamientos hormonales y quirúrgicos. Aunque ha habido avances en el reconocimiento de los derechos de las personas transgénero, el acceso a servicios de salud especializados sigue siendo limitado en muchas áreas, lo que puede agravar los riesgos para esta población.
Tratamientos hormonales: La terapia hormonal es uno de los pilares del proceso de transición de género, pero conlleva riesgos. Según el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), alrededor del 30% de las personas trans en México que se someten a terapia hormonal lo hacen sin supervisión médica adecuada, lo que aumenta los riesgos de desarrollar complicaciones como hipertensión, problemas hepáticos o alteraciones cardiovasculares. Las mujeres trans que usan estrógenos tienen un mayor riesgo de trombosis venosa, mientras que los hombres trans que toman testosterona pueden experimentar aumento en los niveles de colesterol y presión arterial.
Cirugías de reasignación de género: En México, el acceso a cirugías de reasignación de género es limitado, especialmente fuera de la Ciudad de México, donde las clínicas especializadas son pocas. Según un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), solo el 12% de las personas trans en México han tenido acceso a estas cirugías. Los riesgos asociados a estos procedimientos incluyen infecciones posquirúrgicas, cicatrización deficiente y, en algunos casos, insatisfacción con los resultados estéticos, lo que puede llevar a nuevas intervenciones quirúrgicas.
Salud mental: El impacto psicológico del cambio de género es significativo, especialmente en un entorno social que todavía estigmatiza a la comunidad trans. Según datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2021, el 70% de las personas trans en México reporta haber enfrentado discriminación en algún momento de su vida, lo que agrava los problemas de salud mental. Además, un informe del Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/SIDA (Censida) señala que el 43% de las personas trans ha intentado suicidarse al menos una vez, una tasa alarmante en comparación con el promedio de la población general.
Fuera de la Ciudad de México, donde hay un marco legal y servicios de salud más desarrollados para la comunidad LGBTTTIQ+, el acceso a profesionales capacitados es escaso. Esto obliga a muchas personas trans a automedicarse o buscar cirugías en otros países, lo que eleva los riesgos médicos.
Apoyo psicológico: La atención psicológica es fundamental para quienes pasan por una transición de género. Sin embargo, según la CNDH, el 60% de integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+ en México no recibe ningún tipo de apoyo psicológico formal, lo que puede agravar problemas como la depresión y la ansiedad.