El momento actual que estamos viviendo en nuestro país es el de un ambiente de luto, de dolor y de desolación. Los decesos por causa del virus SARS-COV-2 superan ya los 55 mil casos en todo el país. A estas tristes defunciones hay que agregar el número de víctimas de la violencia. En síntesis ni el País se ha pacificado ni la pandemia se ha controlado. Esto más bien nos está conduciendo a una crisis humanitaria alarmante. El mal manejo de esta pandemia no está orientando a la ruina. Se necesita humildad para reconocer los fracasos y valor para cambiar las estrategias.
Vivimos amenazados por una enfermedad invisible que no sabemos en qué momento nos puede alcanzar. Nadie está exento de ser contagiado. Esta situación genera angustiosos temores, un ambiente de incertidumbre, de impotencia y un sufrimiento físico y moral generalizado.
Como Iglesia Católica queremos expresar nuestra cercanía a todas las víctimas del COVID-19. En primer lugar a los enfermos que se encuentran en los hospitales o recuperándose en casa, les aseguramos nuestra oración clamorosa a Dios nuestro padre fuente de misericordia y dador de todo consuelo para que se detenga esta terrible pandemia. Cada día ofrecemos la santa eucaristía y la oración oficial de la Iglesia para que Dios les conceda su fortaleza y les alivie en su soledad; oramos para que pronto recuperen la salud
A los familiares que sufren por no poder estar cerca de sus enfermos para acompañarlos en sus últimos momentos, les ofrecemos también la certeza de nuestras plegarias. Que Dios nuestro Padre sea su luz, su consuelo, su fortaleza y su paz.
A los médicos y personal sanitario que labora en los hospitales y que se encuentran en la primera línea de batalla, cada día también levantamos nuestras manos al cielo para que Dios los libre de cualquier contagio que dañe su salud, que la gracia que viene de lo alto sea para ustedes un bálsamo que alivie su cansancio, les fortalezca en sus desalientos, y les mantenga firmes en la esperanza. Nuestro reconocimiento y admiración a todos ustedes.
A todas las personas que están siendo afectadas por esta crisis económica también les expresamos nuestra solidaridad; agradecemos la generosidad de muchos hermanos que han hecho posible que podamos compartir con ustedes un poco de ayuda a través de Cáritas. La Iglesia seguirá estando cerca de todos los más vulnerables.
Dadas las condiciones actuales de esta crisis sanitaria, muchas personas no pueden asistir presencialmente a los templos católicos para recibir los consuelos espirituales que la Iglesia ofrece a través de los sacramentos. Por ello queremos recordarles que el Santo Padre, el 20 de marzo de este año, ofreció TRES INDULGENCIAS PLENARIAS ESPECIALES para las personas infectadas por COVID-19 y para quienes las cuidan, incluidos los familiares y el personal médico, y para todos los que rezan por ellos.
Según el Catecismo de la Iglesia, la indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados cometidos. Cada vez que cometemos un pecado se genera una culpa y una pena que uno debe purgar aquí en este mundo o en la eternidad. Con la confesión sacramental se perdona la culpa y parte de la pena eterna. Con la indulgencia se da borrón y cuenta nueva. Para ganar una indulgencia se debe estar en gracia de Dios y cumplir con LAS TRES CONDICIONES ORDINARIAS que son: LA CONFESIÓN SACRAMENTAL, LA SAGRADA COMUNIÓN Y LA ORACIÓN POR LAS INTENCIONES DEL PAPA.
Debido a las dificultades actuales que la pandemia del COVID-19 crea para obtener los sacramentos de manera oportuna, la Santa Sede ha permitido a los fieles obtener las indulgencias sin completar de inmediato esas tres condiciones habituales. Para las dos primeras indulgencias es suficiente tener la intención de confesarse y recibir la Comunión tan pronto como sea posible, para la tercera indulgencia, las tres condiciones habituales se eliminan por completo.
LA PRIMERA INDULGENCIA PLENARIA puede ser obtenida por los que sufren la enfermedad del COVID-19; por los que están en cuarentena, sea en los hospitales o en sus propias casas; y los trabajadores de la salud, los familiares y todos aquellos que en cualquier calidad a ejemplo del buen samaritano, se exponen al riesgo del contagio y cuidan de los enfermos del COVID-19. Esta primera indulgencia plenaria puede ser obtenida por los mencionados anteriormente, que con un espíritu desprendido de todo pecado, ofrecen esta prueba en un espíritu de fe en Dios y caridad hacia los demás, y con la firme intención de cumplir las condiciones habituales cuanto antes posible, sea uniéndose a la misa a través de los medios digitales, recitan el rosario, rezan el viacrucis o alguna devoción o al menos recitan el credo, rezan un padre nuestro e invocan con piedad a la Santísima Virgen María.
LA SEGUNDA INDULGENCIA PLENARIA está disponible para todos los fieles durante el tiempo que dure la pandemia actual bajo las mismas condiciones (confesión sacramental, comunión eucarística, y oración por las intenciones del Papa) tan pronto como sea posible. Esta indulgencia se puede obtener por quienes, para implorar el fin de la pandemia, el alivio de los que están afligidos y la salvación eterna para los que han fallecido, ofrecen una visita al Santísimo Sacramento, asisten a la adoración eucarística, leen la Biblia durante al menos media hora, recitan el rosario, rezan el viacrucis o un acto de piedad.
LA TERCERA INDULGENCIA PLENARIA está disponible para los fieles al borde de la muerte. Los fieles moribundos pueden recibir la Indulgencia plenaria si están debidamente dispuestos a la renuncia de todo pecado, si rezaron durante su vida algunas oraciones; en este caso la Iglesia suple las tres condiciones habituales requeridas. Se recomienda el uso del crucifijo o de la cruz para alcanzar esta indulgencia.
Que por intercesión de los Santos y de María Virgen, Dios conceda la salud a los enfermos, alivie a la humanidad doliente y detenga esta pandemia. Que todo sea para gloria de Dios y nuestra salvación eterna.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes.