Hay un México antes y otro después del 19 de septiembre de 1985, cuando la tierra cimbró producto de un terremoto que apagó la vida de cerca de 40 mil almas, según el Sistema Sismológico Nacional.
Y un nuevo 19 de septiembre, en 2017, la solidaridad se levantó de entre los escombros sin dudar, luego de que el país volviera a temblar por un fenómeno cíclico e increíblemente exacto.
El apoyo salió de rincones inimaginables y Zacatecas, no fue la excepción. Daniel, Christopher e Issac, entonces integrantes de la corporación de Protección Civil en Guadalupe, viajaron por su propia vía a la Ciudad de México.
Con equipo de protección personal y material de primeros auxilios donados por diversas instituciones y particulares, partieron el 20 de septiembre con pocos detalles de lo que encontrarían a su llegada.
En el estado de Morelos comenzó su verdadera aventura, primero solos y después junto al Ejército Nacional. Con evaluación de viviendas, sondeo de habitantes, traslados a los albergues e incluso casos especiales como partos, derrumbes y desgajes de cerros sorpresivos, fueron algunos de los retos a los que se enfrentaron más tarde.
La incertidumbre era el pan de cada uno de los días que estuvieron fuera de sus hogares, pero el compañerismo e incluso los vínculos con paisanos del mismo ímpetu para ayudar, los mantuvieron firmes. En su andar, llegó el momento en que incluso el regreso a Zacatecas fue incierto.
La fortaleza para no quebrarse ante situaciones de riesgo, tragedia y el dolor de quienes lo han perdido todo, debe ser una segunda piel, pero no siempre fue sencillo para los jóvenes zacatecanos, así lo comparten en el resto de su historia.
Se aventuraron en un viaje que podía consumirlos en el intento de ayudar a quienes más lo necesitaban. El sismo del 19 de septiembre de 2017 marcó sus vidas, como las de miles, pues a lo largo de su estancia en las zonas afectadas vivieron en carne propia la tragedia.
Aunque el miedo no se borra en ningún momento, jamás fue un impedimento para realizar su trabajo y cumplir con el cometido de brindar la mayor cantidad de apoyo posible, sobre todo en los espacios que nadie más volteaba a ver.
Chistopher e Issac volvieron a casa luego de una travesía por intentar acercarse a la Ciudad de México con no más de 30 pesos en la bolsa, de donde salía su autobús, lo lograron gracias a los pobladores con quienes trabajaron hombro con hombro.
Daniel prolongó su estancia unos días más y volvió en un vuelo directo desde Morelos; sin embargo, los tres zacatecanos confirman la solidaridad sin medida que mostró el pueblo mexicano a pesar de la tristeza.
A poco más de un año de sumergirse en las heridas del pueblo mexicano, para ellos no quedan dudas, si su país vuelve a necesitarlos, mil veces más volverían al campo de batalla.